martes, 14 de diciembre de 2010

La leyenda del acueducto de Segovia

Hubo un tiempo en el que la zona alta de la ciudad de Segovia no tenía fácil acceso al agua. Para poder conseguirla, los habitantes tenían que realizar un gran recorrido para poder traer el agua de las fuentes en la zona exterior de la ciudad.

Una joven criada, tenía que llevar cada día agua a la casa en la que servía en lo alto de la ciudad, para lo que tenía que bajar a cuestas con el cántaro a la zona baja donde se situaba la fuente y hacer luego el camino de subida con el cántaro lleno. Un día la joven criada, sumida en la desesperación a mitad de camino, exclamó en alto: “daría lo que fuera para que el agua llegara sola a las puertas de la ciudad y así no tener que volver nunca a recorrer este camino”. Entonces una voz melodiosa tras ella le respondió: “¿estás segura de que darías cualquier cosa a cambio de que el agua llegara a las puertas de tu ciudad?”. La joven se dio la vuelta asustada y se encontró con un hombre apuesto, al que respondió que sí sin dudarlo ni un momento, ya que pocas eran las pertenencias que tenía que pudieran interesarle al hombre.

Entonces el hombre le pidió algo que la mujer sí poseía: su alma a cambio de hacer que el agua llegara directamente hasta las puertas de la ciudad. En el momento de bajeza, la joven pensó que el alma era algo que de poco le valía, por lo que aceptó sin dudarlo. Sin embargo, al percatarse de una rara sonrisa en la cara del extraño, antes de estrechar la mano con este y sellar el trato, la joven añadió que sólo le daría su alma si era capaz de hacerlo antes de que el primer rayo del sol brillara a la mañana siguiente. Tras cerrar el trato con un apretón de manos, el hombre se desvaneció ante sus ojos y la joven continuó su camino a por agua pensando que todo había sido una simple fantasía causada por el gran cansancio.

La noche cayó y la joven comenzó a dar vueltas en la cama sin poder dormir. No paraba de pensar en el extraño encuentro que había tenido al bajar a la fuente por la mañana, así que se levanto y fue a dar un paseo para airear la mente. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando se asomó al mirador junto a la puerta de San Juan y observó cómo el extraño que había conocido esa mañana estaba envuelto en llamas y dando órdenes a cientos de diablos, dirigiéndolos en la construcción de una estructura que la joven no tardó en identificar con un conducto para llevar el agua a lo alto de la ciudad. La obra continuó toda la noche, mientras la joven -arrepentida por su trato con el diablo- no paraba de rezar a Dios y pedirle que no dejara que el diablo se llevara su alma.

Cuando toda la construcción estaba prácticamente finalizada, el hombre en llamas y todos sus ayudantes comenzaron a celebrar la victoria. Sin embargo, justo cuando el diablo se disponía a poner la última piedra, el primer rayo de sol golpeó su cara. Indignado con su derrota, el demonio abandonó la ciudad junto a todos sus ayudantes dejando la casi terminada construcción a sus espaldas.

La joven, sorprendida por su victoria, corrió a la iglesia para confesar ante el sacerdote. Este, tras bendecir a la joven, fue con el resto de segovianos a contemplar el impresionante acueducto construido por el diablo y sus ayudantes, poniendo todos juntos la última piedra para finalizar la construcción. Hoy en día son muchas las personas que acuden Segovia a admirar esta prodigiosa y maravillosa obra arquitectónica en la que, si observamos atentamente, todavía pueden verse los agujeros en las piedras que, según dicen, podrían ser las huellas de las uñas del diablo.

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